¡Sí juro!, fueron las palabras del soldado Yover Rojas González, de 18 años de edad y quien hace unos meses, frente al tricolor nacional, levantó enérgicamente su brazo derecho, como símbolo de su vocación y decisión de ser militar, que significa ser uno entre mil, uno con valentía, entereza y gallardía, que prometió a Colombia defenderla.
Inició el 9 de febrero, un amanecer, otro día de labores, prestando seguridad al cantón militar al que había sido asignado. Transcurrían las horas y Rojas cumplía con su deber y al mismo tiempo compartía con sus compañeros y lanzas; ellos lo describen como un joven alegre, tranquilo y buen compañero, de esas personas que se suelen recordar para toda la vida por su calidez humana.
Yover cada mañana ataba sus botas, vestía el pixelado y mirándose al espejo leía sus dos razones para ser soldado: Rojas y Ejército; su familia y su Institución; una sola familia que es Colombia. Él se dedicaba diariamente hacer el bien, que a diferencia del mal, es silencioso, porque está lleno de amor, con la mirada altiva frente a la vida, orgulloso de lo que era, sonriendo a sus compañeros y cumpliendo con respeto las órdenes de sus superiores.
En otro escenario más oscuro, en un lugar donde habita el odio incomprensible y la carencia de valores, daban forma a la maldad cobarde y vacía; tan hueca que es capaz de aturdir los corazones y apagar la vida de inocentes. Esa que Necesita hacer ruido y pisotear al otro, sin distinguir a quien; ese es el terrorismo, ese que escogieron los delincuentes para pensar que hacen daño, pero por el contrario, a los soldados los hacen más fuertes, porque ellos no dan la espalda, siguen con paso firme y con honor.
Gracias a su pericia, doctrina, entrenamiento y disciplina impartida por sus comandantes, Rojas inspeccionaba los vehículos que ingresan por la guardia del Batallón de Infantería N.º21, de acuerdo a lo que había aprendido y nada pasaba por esa entrada sin verificarlo; en ese momento se materializó la maldad y callaron para siempre la vida no solo del soldado, también de un joven, de un hijo y de un amigo; el amor de madre lo convirtieron en dolor permanente y a través del engaño cegaron la vida de un hombre que se dedicaba a transportar alimentos y era ajeno al conflicto; ese día, apagaron las esperanzas de una familia y de unos hijos.
El soldado Rojas, nació en Villavicencio, Meta, un joven llanero que vivía en Acacías junto a su madre Jennifer González Montañés y su abuela Olga Lucía González. Según manifestaron sus lanzas, Yover quería seguir la carrera militar como soldado profesional y así cumplir el sueño a su mamá, de tener casa propia.
Nos duelen nuestros soldados asesinados, sentimos el dolor de su familia la acompañamos. Un soldado es un hijo del Ejército y de Colombia; esta familia hoy se viste de luto y por siempre mantendrá viva la memoria del soldado Yover Rojas González.